Fucsia es el color de los tejidos latinoamericanos. El tinte se obtiene de un insecto autóctono de América Latina, y del naranja al marrón vira a múltiples tonalidades de rojo pasando por un exclusivo rosado intenso. Colón lo llevó a Europa como prueba de la otredad de este continente. Fucsia fue el color con el que Frida Kahlo shockeó a Elsa Schiaparelli. Fucsia es identidad 100%. PIENSA EN FUCSIA
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martes, 21 de julio de 2015

Un pequeño y perfecto jardín: Casa Vilamajó.



¿Coqui me anda buscando? ¿Pensó que la iba a extrañar? ¡Qué ilusa! Yo no me aburro: voy a mostrarles lo que encontré en la web.
Hace años la ví desde la calle, y me dejó con las ganas. Por su rareza, su belleza y lo poco que se podía escudriñar hacia adentro. Ahora puede visitarse. En las fotos que "colgué" verás que el interior le hace honor, se acompaña y se sirve de ese jardín misterioso, y que interiores y exteriores se complementan de manera increíble. Es una obra de arte. Coqui: ¡qué pena!, por excluirme te lo vas a perder.


 
  

Si la función de un jardín es conectar el exterior con el interior, para mí éste es un ejemplo perfecto. Si es abastecer vistas de una naturaleza amable y controlada, también. Y si un jardín es un sitio donde detener el vértigo cotidiano para encontrar calma y reposo, mejor aún.
Este jardín maravilloso esta en Montevideo. Corría 1929, el Hotel de Los Pocitos aún estaba en pie y los trabajos de construcción de la Rambla Sur también. Julio Vilamajó, arquitecto de 35 años, comienza a construir su vivienda en la esquina de Cullen y el final de Av. Sarmiento -que entonces ni asomaba al Boulevard Artigas-. Los retiros sobre ambas calles lo obligan a ubicar su vivienda en un rectángulo de 8,8 x 6,5 metros, ¡todo un reto! que él resuelve con gran talento.





Sus modernas  experiencias e ideas fueron plasmadas en una torre con plataformas de altura creciente, cada una conectada con un espacio al aire libre. Planeó la casa como un paraíso personal y en un diseño complejo y austero organizó generosos espacios domésticos íntimos pero con perspectivas espectaculares, terrazas y jardines para los dos primeros niveles.
Su proyecto se nutrió del racionalismo -dicho entre nos, un movimiento que a mí me fascina-: los muros curvos y núcleos de circulación de Loos, las ventanas corridas o pilares retranqueados de Le Corbusier, las terrazas y voladizos de Wright y la antigua arquitectura de España con sus patios musulmanes, medusas y proas de barcos tan masones como el propietario.













Sobre la fachada, las cerámicas del artista Antonio Pena forman una trama regular de cuartos de esfera (pequeñas proas) proyecta sombras que cambian a lo largo del día. En lo alto, una ancha cornisa con discos cerámicos cierra la composición. La cabeza de Medusa custodia el ingreso. No obstante el exterior revela poco, aunque el volumen se perfora con distintos rectángulos que preanuncian cambios en el interior.




El frente da a una calle en cul de sac, con una austera puerta de hierro para el garage que hace de gran zaguán. Aprovechando el desnivel del terreno, Julio trató la planta baja como si fuera un subsuelo, cuyos pilares sostendrán los cuatro pisos y los jardines. Adentro hacia la izquierda, hay una escalera central inaugurando el curso hacia la zona más noble de la casa. Esa escalera es el eje que estructura esta casa vertical y una gran atracción. A su derecha surgen más pausadamente los espacios sociales y esas fantásticas prolongaciones aterrazadas que tanto dan qué hablar.



Sobre la medianera de la izquierda una pequeña escalera de caracol da acceso en todos los pisos a las áreas de servicio.






 El jardín se preanuncia en el retiro a nivel de calle con una planta cubresuelo, la garra de león (Carpobrotus edulis), una pita (Agave americana) y una tuna candelabro (Cereus uruguayanus). Hacia lo alto, sólo con acceso desde el estar, un hermoso y original jardín se organiza en torno a otra escalera exterior, que une los dos principales niveles de la casa por sus espacios abiertos y ajardinados. Diferentes rincones, propuestas y perspectivas son su clave de refinamiento y de una economía nada aburrida.

En el interior, el escaso volumen de Casa Vilamajó guarda una estudiada sucesión de diversas escenografías para la vida cotidiana. Cada piso es distinto funcional, material y espacialmente y fue diseñado conjuntamente con un espacio amplio y abierto hacia la esquina con un jardín que desconstruye minuciosamente la arquitectura: los muros desaparecen entre las hojas, de los pisos brotan plantas o agua, el sol y las estrellas borran los techos. La casa se trasmuta en hábitat natural.



¡No estoy diciendo pavadas! Fíjense bien: en el primer piso el estar y la biblioteca se abren a un patio con estanque y un pórtico con cuatro escalones que descienden hacia una especie de palco que da a la calle, dividido en nueve compartimientos iguales que recuerdan los jardines medievales de hierbas. Allí puede oírse el rumor del agua que mana del surtidor de la fuente que alguna vez ví desde la calle. Ese jardín elevado y su fuente son los que generaron mi curiosidad.


¿Ven cómo el verde de las enredaderas desvirtúa los muros?



Y el sonido de la escultórica fuente corona el pequeño y tupido jardín de hierbas.





Los nueve paños del jardín de hierbas estan divididos por muretes de suave mármol blanco. Las plantas aportan sus formas orgánicas y ajenas al racionalismo. En su mayoría, son peremnes: la flor de pajarito (Strelitzia reginae), los lirios, un par de rosales, margaritones (Chrysanthemum máximum), anémonas (Anemona japonica). Durante la restauración paisajística se completaron los canteros del damero con gazañas (Gazaña splendens), santolina (Santolina chamaecyparissus) y pasto inglés (Ophiopogon japonicus).









El patio del estanque, el jardín de hierbas y la pérgola generada por las ventanas continuas al estilo de Le Corbousier no requieren demasiado espacio. Los ves en esta sóla perspectiva.



Subamos ahora al patio del estanque




Se repusieron todas las plantas originales: los papiros (Cyperus involucratus) que abundan en las riberas del Río de La Plata; un jazmín del país (Jasminum officinale) cubre el muro por detrás de la escalera y una hortensia (Hydrangea macrophylla) florece debajo.



El tronco voluptuoso del ceibo es abrazado por una rosa Luis Felipe (Rosa Louis Phillipe) La ampelopsis (Vitis inconstans) trepadora cuyas hojas viran al rojo en invierno, sube a las pérgolas que coronan el patio del estanque. Toda esta actualización estuvo a cargo del paisajista y Arq. Luis Carrau. ¿La calle? Sí, si. Afortunadamente está detrás.



Intimidad y naturaleza en plena ciudad, el estar se abre con una gran puerta ventana de cuatro paños hacia el patio del estanque.

Esta vista nocturna del patio aporta una interesante perspectiva de la sala. La simetría muestra un eje visual conformado entre el punto más saliente de la curva del estanque y la columna que sostiene la escalera.Complementa así exterior e interior prolongando una línea vertical que el ojo puede seguir.¡Genio!



Como en un juego de espejos el estanque duplica el espacio con sus reflejos, que funden cielo y tierra.



El jardín también se mete en la casa con los reflejos del agua y el perfume de las hojas y las flores.
















El rincón donde la escalera se continúa por el camino que pasa detrás del estanque no sólo es un atractivo que obliga a mirar hacia allí. El espacio exterior esta optimizado obligando a un recorrido largo y perimetral, con pequeñas sorpresas que brindan a cada paso una variación para olvidar el camino. ¡Qué maestro!










Desde la terraza del comedor se disfruta la copa del ceibo (Erythrina cristagalli), el cedrón (Aloysia citriodora), el limonero (Citrus limon) y la escalera que invita a "subir al cielo".




A un pasito del cielo nomás, termina el pergolado de esas aberturas continuas.


Con mucha astucia, los escalones dejan lugar a la trepadora para que suba por la medianera.

El interior de la casa goza de la misma lógica: continuidad y sorpresa; pero por ahora nos interesan estos exteriores con que el arquitecto supo recrear al ojo y confortar el espíritu, dotando a la casa de una naturaleza íntima.





Desde la terraza del comedor se ve el patio del estanque, poblado de lentejitas de agua (Lemna minor) y peces chinos color naranja. El ánfora con el malvón (Geranium hortorum) subraya el quiebre de la escalera e invita al ojo seguir el camino hacia arriba.







En la terraza del comedor es donde, entre las tipas de la calle, el jardín completa su recorrido ascendente a modo de exaltación del ideal.





La vista panorámica, el cielo de tipas y la luminosidad aislan a los comensales en una atmósfera diáfana y privada.

















Plano del cuarto piso: dormitorio y vista del balcón del tercer piso












Escalera hacia el estudio  




Cuarto piso: estudio con ventanas corredizas que se meten dentro de la pared ¡para no estorbar la vista de las tipas y del Parque Rodó!


Para vos y para Coqui, que se lo perdió, cuando vayas a Montevideo y visites el famosísimo Parque Rodó, podés darte la vueltita por la casa, ¡que "al natural" es mucho mejor que en fotografías!


Map of Museo Casa Vilamajó


Se trata de la primera vivienda moderna que abre sus puertas como casa museo en Uruguay. Para ello se recuperaron integralmente el edificio y sus instalaciones y a partir de un minucioso proyecto de restauración de sus espacios interiores, se incluyó la recuperación de mobiliario original, piezas artísticas y objetos personales. Gracias a eso se puede a apreciar la atmósfera doméstica proyectada y habitada por el maestro. Sus jardines también han sido remozados durante el 2014 reincorporando las especies vegetales que configuraban inicialmente su paisaje.




    

jueves, 11 de junio de 2015

Neocolonial + precolombino = Casa Museo Ricardo Rojas

 
 
Cuando Coqui se va, yo bailo como un ratón cuando el gato no está. Entonces quiero mostrarles este museo, que fue vivienda permanente de un historiador y literato relevante y siempre me llamó la atención. Primero desde la calle, porque su fachada es totalmente distinta de los edificios de más de diez pisos que hoy la rodean. Y después porque su interior es tan bello como singular. Por eso, sin más trámites, allá vamos:
 
 
 
 
 La casa fue encargada por un raro investigador y escritor argentino, Ricardo Rojas, a un amigo, el arquitecto Angel Guido ( el autor del monumento a la Bandera de Rosario). Guido adhirió a la concepción estético política que Rojas trató de conceptualizar y llamó Amerindia, y se transformó en un fan del estilo neocolonial precolombino, movimiento estético que duró poco (1921-1929) aunque produjo gran revuelo sobre todo en América del Sur. Esta casa, una de las más destacadas del indoamericanismo, data de 1927.
 
 
Ubicada en el barrio de Palermo, antiguo arrabal de la entonces ya orgullosa y cosmopolita Buenos Aires, su frente copió el de la "Casa de Tucumán" donde en 1816 se declaró la independencia nacional. Entre idealista y exótica, la construcción refleja un mestizaje cultural sin negación de lo europeo, mestizaje con que se estaba planificando la República.
La planta baja de la casa responde a la "casa-palacio" de las familias acomodadas sevillanas, que organizaban el espacio y las habitaciones en torno a un patio que revalorizó la tradición musulmana de la fuente central. Como Argentina no tenía una impronta arquitectónica original notable, se fueron a buscar las raíces precolombinas, que conformarían la parte autóctona de este estilo, a Perú.
Quizás por eso, luego de la puerta cancel hay un zaguán y un patio arequipeño de recepción que no tiene nada que envidiarle al de la Iglesia de la Compañía, en Arequipa.


Patio mayor de la Iglesia de la Compañía en Arequipa, Perú.

Siguen una sala colonial, un patio español y un comedor, una fabulosa biblioteca incaica y el escritorio de Rojas. En el piso superior hay otra biblioteca, una salita íntima y el dormitorio.
El resultado final se parece más a una biblioteca personal que una casa, o de algún modo a un enorme y compartimentado cuarto propio y no obstante, podría decirse que es el patio arequipeño con su encantador jardín el corazón de la casa, ahora restaurado con las plantas autóctonas del proyecto original.
 

 
Portón, reja, patio configuran el eje visual perspectivo de espacio. La reja de hierro forjado que da paso desde la entrada al jardín esta coronada por un jarrón con flores, réplica del otro más importante que desde el fondo preside el frontispicio del patio arequipeño. El motivo geométrico que se reproduce en la reja repite la forma geométrica de la fuente central, que por supuesto es arabesca:
 



 
 Para la decoración del frontispicio, el arquitecto constructor se inspiró en la fachada de la Iglesia de San Ignacio de Potosí, Perú.  En ella bundan los elementos típicos del estilo barroco-americano que predominó durante la época colonial española: sirenas que rasgan charangos -típico instrumento musical andino-, plantas, frutos y flores de piedra, aborígenes y símbolos milenarios de las cosmogonías indígenas que el escritor consideró filosóficamente dignas antes que nadie y se propuso fusionar con elementos europeos para una refundación de la cultura argentina. La construcción refleja su mayor creación literaria: Eurindia, donde la emoción de América aborigen dialoga con la técnica de Europa. 
 
 
  
 
 
 

 En dirección ascendente se hallan los frutos de la tierra: el zapallo, la margarita y la flor de la kantuta. Luego hay dos columnas coronadas por dos cabezas aborígenes y frisos con flores incaicas.


 
 El personaje de este friso ostenta un rostro de rasgos autóctonos.
 




A lo largo de la fachada central, bordeando las ventanas, los frisos de flores de cuatro pétalos en diagonal son una representación precolombina y podrían interpretarse en la cosmogonía incaica como el centro del que emana el mundo terrestre en las cuatro direcciones.


 
La galería lateral que conduce al sitio más carismático de la casa: la Biblioteca Incaica.
 

 
 

 
 
 
Como en los patios de la ciudad peruana de Arequipa, la cosmogonía inca se imprime en cada  
pilastra de la galería perimetral. Máscaras aborígenes, mazorcas, quetzales, flores y soles se entrelazan con las simétricas volutas de los zarzillos vegetales. Pero a diferencia del patio arequipeño, cuyo modelo es el patio romano con galerías, fuentes y arcos de medio punto, este se combina con el patio musulmán, lleno de plantas, flores y perfumes, que emulan el paraíso terrenal.
 



 
Un busto del dueño de casa, Ricardo Rojas, 
custodia silenciosamente la casa desde el fondo del jardín.
 


 
 
Volviendo al interior de la casa, la sala española nos recibe para pasar hacia el colorido patio español. Piso cerámico rojo, rejas de hierro forjado estilo sevillano y mosaicos andaluces:

 
 
 
 
Educador y hombre de letras, Ricardo Rojas vivió aquí desde 1929 hasta su muerte en 1957. Creador de la primera cátedra de Literatura Argentina en la Universidad, fue poeta, ensayista y maestro con doctrina propia. Sus escritos comprenden ensayos, trabajos eruditos, monografías, obras teatrales y poemas que se nutren en el diálogo de lo europeo con lo americano, en particular con la América indígena.
 
 
 
 
 Aquí vemos el pasillo cuyo techo reproduce los arcos típicos de las construcciones antisísmicas de Arequipa. Al fondo se ve la entrada a la biblioteca . La escalera lleva al dormitorio del escritor.
 
 
 
El dintel de la puerta de acceso a la Biblioteca Incaica es una imponente alegoría del templo de Tiahuanaco, en Bolivia: tallados en madera 48 seres alados con cetros en forma de cóndor  apuntan hacia la figura principal del centro,  Inti, el sol de Tiahuanaco. Este reúne los rasgos de hombre y de jaguar, de sol y de serpiente. De sus ojos caen lágrimas y como rayos salen de él cabezas de jaguares impactandonos con la majestuosidad de los símbolos.




Un gran friso superior bordea toda la biblioteca. En él hay dragones enfrentados, o felinos, un motivo muy presente en las vasijas incaicas. También esta el sol lloroso franqueado por dragones, figuras que podrían representar la tormenta y las lágrimas del astro la lluvia.


 


 
 
 
 
La repisa de la chimenea esta sostenida por dos ídolo tiahuanaquenses de yeso. Y empotradas en la pared, hay ocho bibliotecas en cuyo marco superior se observa mismo el signo escalonado de la tierra que tiene la chimenea.

 



 




  
 





 
Ricardo Rojas fue polémico, pero original, con una mirada viva, con inquietudes que lo llevaron a profundizar en las culturas originales de América del Sur. Su casa es el testimonio vivo de la dedicación con que se volcó a entender y estudiar la identidad autóctona, el mestizaje, y a preservar los elementos autóctonos del avasallante colonialismo europeo.